“De la mano de tu voz He encontrado mi camino He sentido la pasión y el dolor Al mismo tiempo De la mano de tu voz Se hace eterno lo efímero.”
Imagem: Salvador Sobral e Silvana Estrada
Junto ao Minho, até as canções atravessam as línguas. Da outra margem, pela mão de uma amiga, chega-me esta relíquia, transfronteiriça, do Salvador Sobral (com Silvana Estrada). Segue o videoclip oficial.
Salvador Sobral (com Silvana Estrada). De la mano de tu voz. 2023. Gravado em 2022.
Imagine! “Pergunto-me se consegue imaginá-lo” (John Lennon). Estou em crer que esta canção não pertence a este tempo. Receio que estejamos em vias de mergulhar suavemente numa forma de sociedade que os nossos bisavôs sofreram e contra a qual tanto lutaram. Segue a canção Imagine, de John Lennon, “o single mais vendido de sua carreira solo”.
John Lennon. Imagine. 1971. Remixed from the original multitracks in Stereo, 5.1 and Dolby Atmos. 2020.
Jacob Jordaens. Diógenes à procura de um homem honesto. 1642
“Ayer soñé que podía y hoy puedo” (Facundo Cabral)
Prefiro abraçar o próximo a chegar longe. Um abraço franco e aberto para deixar o outro desconcertar-me. Por exemplo, Facundo Cabral. Argentino, “mensageiro mundial da paz” pela UNESCO em 1996, foi assassinado a tiro no dia 9 de julho de 2011, na Guatemala, fez ontem 12 anos. Estimava-o como um Diógenes contemporâneo.
Facundo Cabral. No soy de aquí, ni soy de allá / Me gustan los que callan (ao vivo). Facundo Cabral. 1971
Me gustan los que se callan No Soy de aqui, ni soy de allá Facundo Cabral
Me gustan los que se callan Y me gustan los que cantan Y de tanto andar conmigo Me gusta lo que me pasa Me pasan cosas como esta Aunque no tenga importancia andar contándole a todos todas las cosas que pasan Porque uno no vive solo Y lo que a uno le pasa le está sucediendo al mundo Única razón, y causa Pues todito es tan perfecto, porque perfecto es Dios Que se mueve alguna estrella cuando arranco una flor Por eso si hay uno, hay dos
Supe del diablo la noche al que al hambriento dije no También esa noche supe que el diablo es hijo de Dios Ando solo por la vida con un tono y dominante Modestamente cantor sin pretención de enseñar Porque si el mundo de redondo, no sé que es ir adelante
Andar y andar, siempre andando nada más que por andar No vine a explicar al mundo Solo lo vine a tocar No quiero juzgar al hombre, al hombre quiero contar Mi condición es la vida y mi camino cantar Cantar, y comentar la vida Es mi manera de andar
Un día llegué a Tandíl Y conocí a un anciano que a falta de inteligencia se le dió por ser muy sabio Le pregunté por Jesús una noche al lindo viejo Y esa misma noche lo conocí Cuando me alcanzó un espejo
Yo bailo con mi canción y no con la que me toca Yo no soy la libertad, pero si el que la provoca Si ya conozco el camino, por qué voy a andar acostado Si la libertad me gusta, pa’ qué voy a vivir de esclavo
Elegir Yo siempre elijo más que por mí, por mi hermano Y si he elegido ser águila es por amor al gusano Prefiero seguir a pie y no en caballo prestado Alguien por una manzana, pa’ siempre quedó endeudado
Siempre se llega primero el que va más descargado El día que yo me muera no habrá que usar una balanza Pues pa’ velar a un cantor con una milonga alcanza
Doy la cara al enemigo la espalda al buen comentario Porque el que acepta un halago empieza a ser dominado El hombre le hace caricias al caballo, pa’ montarlo
Perdón si me propasé y me puse moralejo Nadie puede dar consejos No hay hombre que sea tan viejo Me pongo el Sol al hombro Y el mundo es amarillo
Me gusta andar Pero no sigo el camino pues lo seguro ya no tiene misterio Me gusta ir con el verano muy lejos Pero volver donde mi madre en invierno
Y ver los perros que nunca me olvidaron Y los caballos, y los abrazos que me dan mis hermanos
Me gusta Me gusta
Me gusta Me gusta el Sol Alicia y las palomas El buen cigarro y la guitarra española Saltar paredes y abrir las ventanas Y cuando llora una mujer
Me gusta el vino tanto como las flores Y los conejos pero no los tractores El pan casero y la voz de Dolores Y el mar mojandome los pies
No soy de aquí Ni soy de allá No tengo edad Ni por venir Y ser feliz, es mi color de identidad
Me gusta estar tirado siempre en la arena O en bicicleta perseguir a Manuela O todo el tiempo para ver las estrellas Con la María en el trigal
No soy de aquí Ni soy de allá No tengo edad Ni por venir Y ser feliz, es mi color de identidad
Je l’aime tant, le temps qui reste… (Serge Reggiani, Le temps qui reste, 2002)
Je n’ ai pas peur de la route / Faudra voir, faut qu’on y goûte (Noir Désir, Le vent nous portera, des Visages, des Figures, 2001)
Quarenta alunos da Academia Sénior de Braga deslocaram-se a Melgaço a semana passada. Visitaram o Espaço Memória e Fronteira, o Solar do Alvarinho, as Termas, a Torre de Menagem e o Museu do Cinema. Tive o prazer de fazer de guia. Foi um bom momento. Como se diz, um momento bem passado. Sobra ainda o tempo que falta. Para viver, naturalmente!
Serge Reggiani. Le temps qui reste. Autour de Serge Reggiani, 2002
Mea Culpa Jazz. Le vent nous portera (cover de Noir Désir). 2017
Les hommes et les femmes, ou bien se dévorent rapidement dans ce qu’on appelle l’acte d’amour, ou bien s’engagent dans une longue habitude à deux. Entre ces extrêmes, il n’y a pas souvent de milieu. Cela non plus n’est pas original. À Oran comme ailleurs, faute de temps et de réflexion, on est bien obligé de s’aimer sans le savoir (Camus. La Peste. Impressão de 1955, p. 15).
On eût dit que la terre même où étaient plantées nos maisons se purgeait de son chargement d’humeurs, qu’elle laissait monter à la surface des furoncles et des sanies qui, jusqu’ici, la travaillaient intérieurement. Qu’on envisage seulement la stupéfaction de notre petite ville, si tranquille jusque-là, et bouleversée en quelques jours, comme un homme bien portant dont le sang épais se mettrait tout d’un coup en révolution! (Camus. La Peste, p. 26).
Às vezes, cobre-me o negrume de escritos que não visito há quase meio século. E releio. Por exemplo, o primeiro capítulo do romance A Peste (1947), de Albert Camus. Aqueles ratos! Tantos ratos… Um prenúncio mais que somático. E ressoam as palavras e os acordes tétricos dos Aguaviva. Alegorias? Metonímias?
Aguaviva. Apocalipsis. 1971. Últimas quatro faixas
“Pois, se bem considerado for tudo, sempre se encontrará alguma coisa que, parecendo virtude, praticada acarretará ruína, e alguma outra que, com aparência de vício, seguida dará origem à segurança e ao bem-estar” (Maquiavel. O Príncipe. 1532. Capítulo XV).
Acordei virado do avesso, os pés no lugar da cabeça, e uma insólita tentação de revisitar O Príncipe (1532), de Nicolau Maquiavel, e A Fábula das Abelhas (1714), de Bernard Mandeville. Atordoa-me um turbilhão de dúvidas e perplexidades.
O maquiavelismo é a forma mais maléfica de equacionar a política? E a missão do político ganha em ser aproximada da santidade?
James Ensor. As Máscaras Escandalizadas. 1883
Assediam-me fantasmas, pouco católicos, que subjugam as más consequências às boas intenções. Por exemplo: a perversidade apologética da honestidade; o cortejo de sentenças espetaculares antecedentes a investigações e julgamentos arrastados; o coro mediático como júri e a massa como patíbulo; os magistérios e os ministérios como mistérios previsíveis; a legislação do nojo político como nojo da legislação política; a realidade refém da aparência, a suspeição erigida em regra e a confiança em exceção; a vigilância das marionetas e a invisibilidade dos cordéis; a desgraça da política e a glória do oportunismo; a desvalorização dos cargos visando a excelência dos ocupantes; a navegação sem norte aspirando abarcar, assim, o mundo; o homem sem qualidades à espera do salvador iluminado; o povo a marinar no lume brando do populismo: e mais uma orgia de aporias e paradoxos gastos e recorrentes. Em suma, um simulacro transgénico que coteja contrários: puritanismo e irresponsabilidade, soberba e miopia, com inestimável incidência no destino da sociedade. Segue o poema A Fábula das Abelhas, de Bernard Mandeville, merecedor de atual e redobrada consideração.
O anúncio “Caring Makes Magic”, do Centro Médico Montefiore, de Nova Iorque, sensibiliza. Convoca duas histórias, que acabam por se cruzar no final de uma forma desconcertante mas eloquente, com protagonistas que vivem em dois mundos, sem se saber qual o mais real e o mais fantástico.
Physical therapy is often a slow process, but the rewards are powerful. In this year’s holiday spot, Montefiore Einstein shows the recovery of a toy store owner, how it impacts his life and many others – real and imagined. Dual plotlines depict the sleepless nights and pain that a store owner has to endure, juxtaposed against characters atrophying in a holiday display within the man’s toy shop window. One boy complains: “My skates don’t work.” A vendor says there are “No cookies. No nothing.” Without the store owner, they are lost. After pushing himself to recover and bonding with his physical therapist, we see our hero running up the stairs and, soon, back at his store. There, he brings the village back to life. Soon skates and sleds work. The fire at the roasted chestnuts stand ignites. Even the chestnut vendor’s hair grows back (…) We see the store owner happily driving the train through his toy village and find the boy who had lived in the display suddenly outside the store window. Sound confusing? It kind of is, but it certainly gives us something to think about and a reason to watch again. In the end, the key message – that “caring makes magic” – is driven home quite poetically (Kenneth Hein. Nearly three minutes of holiday delight offer dual story lines and one important message. The Drum: https://www.thedrum.com/news/2022/12/05/us-ad-the-day-montefiore-einstein-shows-the-power-healing-and-the-holidays).
Anunciante: The Montefiore Medical Center (New York). Título: A Holiday Village Discovers That Caring Makes Magic. Agência: Alto/Brooklyn. Direção: Frederik Bond. Estados-Unidos, dezembro 2022.
O quarto anjo toca a trombeta (Apocalipse 8). Iluminura do Beatus de l’Escorial, ca. 950-955.
“Dorme com os anjos e sonha comigo porque um dia poderás dormir comigo e sonhar com os anjos” (anónimo)
O Tendências do Imaginário é um blogue unipessoal nada participado. Tenho sonhado com o oposto, com uma alternativa. Está, nesse sentido, em vias de construção um blogue coletivo que reúne autores amigos das áreas da cultura, da arte e do imaginário. Por enquanto, sempre que se proporcione, atrevo-me a abrir exceções convocando uma ou outra pessoa. É o caso deste recanto que dedico à Almerinda Van Der Giezen: deu-me a conhecer Meredith Monk e enviou-me, há tempos, o seguinte texto que rivaliza com os melhores escritos dos melhores sonhadores de estórias.
Meredith Monk & Collin Walcott. Cow Song. Our Lady of Late. 1973. Banda sonora da série Dark. Netflix. 2017
[Nina e Saul]
por Almerinda Van Der Giezen
“Nina disse a Saul: – Que querem dizer estas palavras? E Saul respondeu: – Pensei que querias brincar. Ao que Nina replicou: – Magoa?” Saul correu, com as mãos a cortar o vento e gritou: – Nina! Nina! Onde estás? Silêncio. Ouvia-se apenas um assobiar baixinho, por entre as moitas. Nina espreitava, com o olhar acossado, vigiava todos os gestos de Saul. Quando ele de súbito a viu, estremeceu. Disse-lhe: – Não tenhas medo. É só a brincar. Nina foi escorregando pelo chão, muito cautelosa, até chegar a Saul. Olhou-o muito séria e perguntou-lhe: – Quanto é a “a brincar”? Saul tem largos horizontes dentro, a brincar com as fronteiras. Irradiante, secreto algoz, acomete-se na missão de ser, não sendo. Tem o olhar fundo e maduro de quem sabe o tempo e ri, ri muito, estremece as casas com o ruído do seu desejo. Mas, num soluço interior, enrola-se, quedo. Tem medo de não ser feliz. “Vamos brincar “, diz à Nina. Nina tem perguntas simples de respostas impossíveis, um olhar muito aberto a querer saber o mundo, muita inocência, muito medo. Quer correr contra o vento, subir aos montes, molhar os pés no mar, fazer castelos na areia, rir…rir muito. Mas pergunta: “Magoa?” “Quanto é brincar?” Dois sopros contra um muro. Dois trovões. Estava Saul sentado na beira do caminho, os braços e o rosto pendentes. Quieto. Nina abermou-se dele. Aninhou-se a entrar em seus olhos escondidos. – Tens medo?, perguntou-lhe. Saul titubeou as pestanas e, confuso, disse, para o vento: – É longe de chegar. Onde se começa? Nina sorriu, gaiata. Olhou as flores minúsculas que bordavam a vereda, e o horizonte sem fim. – Não é tão bom ser o infinito? Vamos descobrir os duendes na curva da estrada. Enganamo-los? Saul levantou de súbito a cabeça, incrédulo, e riu, riu muito, de Nina. Para Nina. Ficou aos pulos de contente, disse até: – Conheço aquele malandro de barbas ruivas e dentes podres de comer amoras. Vou fazer-lhe uma que não vai esquecer. E continuava gargalhando, sem querer caminhando pela estrada que tanto o acabrunhara. Agora era ele que contava histórias loucas a Nina que, secreta, reinventava a força de prosseguir. “Tanto tempo!”, pensava, “vou fazer de conta que estamos no mar”. E assim foram os dois cabriolando no céu limpo de dores, velhos êxtases, sensabores. Era o prazer de voar. “ O mar. Saul a chorar, copiosamente. Nina, tão muda, olhando-o. O sol, quente, a brilhar. Silêncio. Cintilação. Nina, tão muda, olhando. Saul que sorri, sereno. Nina, tão muda. Ali. Saul havia-lhe feito recordar: a alegria, o riso, a leveza, o voo. Agora Nina perguntava: – Dói-te, o mar? Saul, a pele branca do salitre, tardava em responder. Nina ajeitava o mar, com lentidão, com toda a paciência. As ondas iam, e vinham bater nas suas mãos abertas, e escorregavam pelos dedos, sem pressa, até formar um fiozinho brilhante que deixava um rasto vivo na areia. Saul mirava o horizonte, com o queixo levantado, como se assim segurasse o eixo do mundo. Lembrava a Nina aquelas figuras prestes a conquistar o vento. Faltava-lhe apenas uma vela. O vento assobiava, a rasar os cabelos e a pôr gotas no olhar. Fitavam os dois o risco. Sonhavam. Saul virou as costas a Nina, caminhando pela areia, rumo ao tempo. Ela lembrava-lhe as dores dos primeiros passos, os tropeços, as corridas nos labirintos. E… não. Nina não entendia, levava-o para o remoinho. E olhou subitamente para a água, que remexeu em espiral, junto aos seus pés, plantados. Ouviu a voz de Nina: – Também estás aí. Podes fugir, mas as voltas enredam-se em ti. – E tu? – pergunta Saul, sem se virar. – Eu não sou um enredo. – Porquê? – Dou-te a mão. – E se eu não quiser? – A mão é longa e transparente, nunca te cortará. – E se eu ainda não quiser? – É porque pensas que eu quero. – Não? – Não. – Explica-me. – Quando brincávamos… lembras- te quando eu te fazia fintas e tu me insultavas? – Às vezes era um sufoco. – A minha mão estava sempre na tua. – Eu não queria. – Não querias, mas aquietavas-te. – Tu, às vezes… – Demais? – Demais, sem mais – disse ele. – Demenos, sem menos – disse ela. – Queres que me volte? para o lado? para trás? – Gostava que visses onde estou. – Atrás de mim. – Vê. Saul virou-se bruscamente. Nina brincava com as ondas, em direcção ao mar. Abria os braços, com deleite, o peito aberto à brisa suave e melodiosa que enchia o ar. – E agora, Nina, que me queres dizer? – Quero dizer-te… E, num gesto firme, Nina pegou-lhe na mão e levou-o para as ondas. Sentou-se na água, e pediu: – Conta-me a história da amizade. O mar não sabe falar, e eu, às vezes, perco-me nas ondas. – Eu tenho medo das ondas. – Tens medo de mim? Saul olhou-a. Saberia responder? Teve vontade de deixá-la de novo e voltar a caminhar na praia. Ela e aquelas perguntas… Nina sorriu e disse-lhe: – Lembras-te do amigo que ninguém te roubaria, porque ninguém sabia? Porque ninguém podia? E acrescentou: – Tenho a memória funda. E sou inviolável. Não queres ficar? Saul sentou-se à beira dela, perguntou: – Como é “querer ficar”? Nina deu-lhe a mão. Olhou o mar. Disse: – Sabes, é bom ter-te a meu lado…para perguntar-te coisas… Saul, de repente, ficou com o rosto afogueado, a pergunta a queimar-lhe a garganta. Nina não sabia se era a água salgada, se a inocência cruel que sustinha aquele nó. Saul olhava-a em súplica, sem emitir um som, fundo de uma espécie de agonia que Nina aplacava com o pensamento, dizendo, para si ” os caminhos da iniciação são fundos e feitos de lajedos; é preciso inscrever aí a pele” Nina, me-nina! Retornou ao lugar. A memória havia-a levado longe do horizonte, e Saul surtia no brilho do clarão verde, um susto de beleza. “Adeus, Saul”, apeteceu dizer-lhe. Mas lembrou-se como essa palavra era tão “olá, como vais?” – Vou viajar, responde-lhe Saul – não sei como voltarei. Trar-te-ei um pouco dos dias para que tu me contes uma história para eu adormecer. – É, eu nunca fico. Realmente. – Não querias? – Gostaria, com amor. Saul não se cansava de se surpreender. Que lhe dizia ela? Com amor? De que falava? – Falo-te do futuro, das minhas memórias lendárias, do sopro que alimenta o mundo. Sabes como fantasio… Saul deu-lhe um beijo, um segundo beijo, avidez, os lábios derrapando na pele de Nina. Que tormentos? Deixou-a ir, com placidez, não a viu olhar para trás. Também não olhou para trás. Sorriem. O vento já sopra baixinho, o mar veste-se de luz e a areia gorgoleja fantasticamente na pele do tempo. Sudações do Verão. Verão. Meninos caminhando na praia, com puro ardor no calor do Verão. As ondas vão e vêm, afagando-lhes os pés cansados. Riem. Atiram pequenos seixos ao largo. Correm na desmesura do sossego quieto da tarde cálida. Meninos. Caminhando na praia. Mas o Verão ainda não havia chegado. O mar continuava revolto e Saul, incólume, virava-lhe as costas, construindo as suas ameias, enfeitadas de conchas e algas esquecidas. Apenas, de quando em quando, mirava de soslaio o mar, não fosse surpreendê-lo, e ao seu castelo murado. Nina, ao longe, alargava os passos, vagarosa. Num tropeço, caiu sobre si, e foram os seus soluços estremes que acordaram Saul. Caminhou até ela, mais curioso que preocupado, certo da fortaleza de Nina, suave declinar nas palavras. Quando se aninhou junto dela, teve de lhe erguer a cabeça, que ela teimava em enfiar entre os joelhos, balouçando-se para trás e para a frente, as mãos cerradas como punhos, donde se escoavam grãos de areia. Olhou-a. Pela primeira vez. Olhou-a no fundo dos seus olhos e viu, viu tudo. O horror, a tristeza infinda, a ternura, a sede, a dor, a transparência. Apeteceu afogar-se ali, naquele mar de solidão. Perguntou-lhe assim: – Que foi, Nina? – A areia está a transformar-se em sal. Que faremos da cegueira? – e, ao dizer isto, lágrimas de areia perdida rolavam pela pele branca de espuma. Saul teve o primeiro gesto de marinheiro da sua vida. Inclinou-se, e delicadamente, com a ponta dos seus dedos, retirou, um a um, os grãos do sal mordente do rosto de Nina. Ela olhou-o longamente, a mágoa a sumir-se na luminosidade reencontrada. Agradeceu-lhe: – Sabes, tenho uma vela de um barco antigo, lá, no meu sótão. Está um pouco rota, mas cosê-la-ei para ti. E sorriu. Com mil estrelas. Saul baixou a cabeça, timidamente, e foi até ao mar. Juntou alguma água entre as mãos e foi regar o seu castelo, vendo-o desfazer-se lenta e docemente. Disse a Nina: – O Verão está a chegar. – Saul? – Nina… – É tempo de ir à floresta. – E o barco? – É o sonho… – E o frio, as sombras? – É só o medo. As sombras são as nossas mortes. – E os picos, as silvas? Como fazemos? – Desvia-as suavemente, como se as afagasses, e a dor não te cortará. Respira a floresta como se faz o amor. – Nina, preciso de luz. – Há sempre uma clareira na floresta, Saul. – E duendes? – Estamos no tempo das cerejas. Divertem-se a construir pequenas casas com os caroços e os seus telhadinhos feitos de caules. Abrigam-se no tronco da cerejeira louca com flores do Japão. Outros, armam-se de fisgas, a desafiar os ouriços do castanheiro bravio. Existe também uma pequenina fada, com cabelos de miosótis, que tinge os lábios nos morangueiros silvestres. E à noite, o céu deita-se na erva fofa e salpica-se de todas as estrelas sonhadas pelo arco-íris. A lua cobre todos os segredos. Há quem diga até, que nessas noites quentes e azuis, o velho e sábio carvalho entra nas danças de roda, e de mãos dadas com as campainhas cor de oiro, se faz rosado de luz, e ri, muito verde, feito menino. A terra sussurra músicas encantadas e os musgos acariciam-lhe o ventre. Os pirilampos espreitam no meio dos embaraçados arbustos que tapam a vereda. No pequeno lago, os nenúfares bailam, de mansinho, e pedem…um toque de pétala…uma asa de borboleta… – Nina? – Saul… – É tempo de irmos à floresta. – Depois ensinas-me o mar? “ (Almerinda Van Der Giezen)
Meredith Monk. Do You Be. Key. 1971
Meredith Monk. Memory song. Do You Be. 1987. Bang on a Can All-Stars com Meredith Monk, Theo Bleckman & Katie Geisinger, 2011
(Fernando Pessoa, Poesias Inéditas, São Paulo, Poeteiro Editor, 2014)
De evento em evento, não me apetece pensar. Pasmo, escuto música e embalo os sentidos. Abandono puro. Não me serve qualquer música. Nem dos gavetões, nem das estantes, mas das raras e singulares, que releguei para as pastas de arquivo. Por exemplo, o folk psicadélico “esquisito” (weird) de Devendra Banhart, que, por sinal, adora Portugal. Conhece?
“O cantor norte-americano Devendra Banhart gostou tanto da recepção que obteve durante o “Festival para Gente Sentada”, realizado na cidade de Santa Maria da Feira, que decidiu homenagear a cidade nesta bonita canção interpretada em espanhol/castelhano” (Devendra Banhart encanta-se por “Santa Maria da Feira” (2005). Portugal através do mundo: http://portugal-mundo.blogspot.com/2007/11/devendra-banhart-encanta-se-por-santa.html).
Devendra Banhart. Santa Maria da Feira. Cripple Crow. 2005
Em 2020, regressou a Portugal para apresentar o álbum Ma. Segue a gravação da canção Is This Nice na Antena 3. O vídeo 4 retoma esta canção mas em versão estúdio.
Devendra Banhart. Is This Nice?. Ma. 2019. Ao vivo na Antena 3, Portugal, fevereiro 2020
Acrescento a interpretação acústica de Never Seen Such Good Things, um dos seus maiores sucessos.
Devendra Banhart. Never Seen Such Good Things. Mala . 2013. Ao vivo, L’Express, 2013
Devendra Banhart. Is This Nice. Ma. 2019. Versão estúdio.